Pro Sanabria – Recuerdos de 50 años ha. (1920) – III. LA LEYENDA DEL LAGO DE SANABRIA.
(por el padre #ÁngelRodríguezDePrada, agustino.) .
(por el padre #ÁngelRodríguezDePrada, agustino.) .
“III
- RIQUEZA ACUMULADA en EL LAGO Y en EL TERA, PADRE e HIJO del MISMO .
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Espere usted unos instantes, que voy a meter en el horno un pedazo de esta masa
y prepararle un panecillo, una tortica, que la comerá usted
tierna y caliente – dijo la dueña.
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Dios se lo pague; esperaré – contestó el Señor.
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“Jesús,
que prodigio¡ ¡Esto es un milagro¡ Ese pobre es el santo que lo ha hecho; y
cargando con el asombro y con las tres hogazas, corrió escaleras abajo a postrarse
a los pies del mendigo y contarle cuanto acababa de suceder.”
El
Señor se sonrió; la miró complacido y le agradeció la limosna.
“En
premio de esta obra de caridad – repuso el desconocido – quiero salvaros de la
ruina que amenaza a esta ciudad; porque, excepto vosotros, ninguno en ella ha
querido socorrerme. Va a ser destruida; salid inmediatamente con lo que podáis
llevar a cuestas y situaos en aquel punto de la ladera
de enfrente. Corrieron presurosos, porque el mandato urgía; y, puestos en salvo,
el misterioso peregrino dijo con voz solemne y potente, que retumbó en las
montañas: Aquí finco mi bastón: de aquí salga un gargallón.”
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Queridos
paisanos: Vuestra sonrisa al no creer en la leyenda transcrita es muy natural,
y demuestra que sois más ilustrados que los sanabreses de hace cincuenta años.
Lo referido me lo contó entonces, con toda la sencillez y formalidad del caso,
una criada que a la sazón servía en la casa de mis difuntos padres. Creo, si
mal no recuerdo, que ya entonces me reí yo de la candidez de la crédula
sirviente. Hoy podéis daros la satisfacción de una carcajada, considerando mis
simplezas al traer a cuento fábulas desatinadas. No será la única que aparezca
en estos apuntes y recuerdos.
Los
restos de la casa aquella que quedó fuera de las aguas aun se ven allí, en la
llamada la isla del lago, y son, ni más ni menos, parte de los muros
derruidos del pequeño palacio de recreo que en aquella isleta tuvieron los
opulentos condes de Benavente. Pero servían de apoyo sólido a la narración de
mi buena sirviente, que con ello me ha desviado del camino, sin permitirme
entrar en materia.