VENTAJAS DE LA INSTRUCCIÓN – 1921.
La
instrucción es tan necesaria al hombre como sus alimentos. Sin ella es un ser
inútil a la sociedad; está a merced de quien quiera engañarle, y su gran
desconfianza hace que recele de quien se interesa por él y se entregue a quien
pretende engañarle.
Como
barca sin timón, va donde las olas lo arrojan; cual fogoso potro sin brida ni
freno, en su vertiginosa carrera, se asusta de una frágil rama y, cegado, cae
al abismo que ante sus pasos se presenta.
Miremos
los habitantes de nuestras aldeas, esos pobres seres que, sin medios ni tiempo
para instruirse, acostumbrados tan sólo desde su infancia a sufrir, pacientes,
los ardores del sol o el rigor del invierno, labran la tierra con el sudor de
su frente. Mirémosles en la sociedad, entre hombres instruidos, y los veremos
atónitos, desconfiados, creyendo siempre que todos quieren engañarlos; enemigos
de sus hermanos, pero fanáticos y llenos de supersticiones; negarán, en su
interior, que el mundo, girando sobre su eje, presenta todos los puntos de su
superficie al rey de los astros, pero creerán a ciegas en el poder sobrehumano
de hadas y de hechiceras; negarán la ciencia y afirmaran la soñada realidad de
los fantásticos cuentos que, cuando pequeños, les narraba la abuela en las largas noches de invierno.
¿Son
felices? No; vegetan. Ellos no viven.
Cuando
el sol aparece, disipando las sombras de la noche; cuando los pájaros, con sus
gorjeos, saludan al astro del día; cuando las flores exhalan su delicado aroma;
cuando el hombre culto siente su corazón lleno de poesía, el aldeano no siente
nada, impávido mira ese hermoso cuadro con que la Naturaleza nos engalana y tan
sólo espera la hora de comenzar sus labores cual máquina inconsciente.
Cuando,
al cerrar la noche, aparece el firmamento tachonado de brillantes estrellas, no
reflexiona sobre los millares de soles semejantes al que nos alumbra; en los
planetas no se ve mundos; el cometa para él es un signo nefasto que le predice
peste, hambre o guerra; y si le habláis del sabio astrónomo que pasó sus noches
estudiando, en su ceguedad será capaz de llamarle loco.
El
hombre que carece de instrucción se ve obligado a confiar sus secretos, sus
negocios a otro hombre, siempre que se
trate de transmitir sus ideas por medio de la escritura, y este hombre a quien se confía puede serle
infiel y aprovecharse de sus secretos.
Las
ventajas de la instrucción son inmensas, tanto
para el hombre como para la mujer; ella nos prepara para hacer más
llevadera la lucha por la vida, y no debemos titubear en esparcirla a manos
llenas siempre que esté a nuestro alcance, teniendo siempre presente que no hay
mejor placer para el hombre que aquel cuya magnanimidad y nobleza de alma le
eleva y purifica.”
AURELIO MATO.
Puebla,
abril 1921.
No hay comentarios:
Publicar un comentario