Se
aproxima el día en que la tradición consagra para que los pueblos se vistan de
alegría. Al igual que Navidad, fecha
que tiene con ésta una estrecha
vinculación histórica y religiosa en la leyenda, el alma de los pueblos se puntualizará en un breve paréntesis en su
duro y cotidiano trajín, y ha de
sonreír, infantil y claramente, uniendo a la alegría de los niños la de los
grandes, que acaso cobra esta vez singular claridad en la efusión de
ternura a que nos obliga la sonrisa ingenua de los labios inocentes.
Volverán,
infaltables mensajeros de la buena
nueva, hasta los niños, Melchor, Gaspar y Baltasar, los tres Reyes Magos,
trayéndoles el presente de sus regalos: la linda muñequita, de carita sonriente
y de ojos muy grandes y muy fijos y de labios muy rojos; o el “auto” o el tren
diminuto, que habrán de correr
presurosos, tras el conductor improvisado, en la acera de su casa; o el
bizarro corcel en que, diestro y bravo jinete, el niño, dormido tras las
últimas palabras del cuento que inventó la buena madre o la abuelita de
cabellos blancos, se sustituyó al héroe imaginario.
Así será alegre el despertar de muchos
niños, de muchos niños ricos. Hasta ellos abrigará la fortuna el camino por
el cual habían de venir los tres Reyes Magos de la leyenda a depositar en sus
zapatitos el juguete deseado, en tanto
que pasarán, sintiendo a buen seguro el dolor de la injusticia, a la vera de
muchos niños pobres sin poder llegar hasta los zapatitos humildes, rotos,
que en la vivienda miserable, junto al jergón que hace de lecho, esperarán en
vano el presente de los buenos Magos.
¡Oh¡
¡No habría de reír el pueblo si en lo íntimo de su conciencia pensara siquiera
un momento en esta tremenda injusticia
humana que llega hasta el corazón
mismo de los niños pobres, arrancándole la protesta serena y humilde un
llanto infantil¡ Pero nadie, o casi nadie, ha pensado en ello, y ellos mismos
habrán de reír después, perdonando santamente.
De
tantas, de tantísimas Sociedades como
existen en pueblos como el nuestro, ni una, ni una sola ha tenido la idea de una práctica generosa que se
ha impuesto hace ya muchos años en otros países, y que llega hasta los hogares
pobres a dejar juguetes y dulces para los niños.
¡Ojalá
que estas pequeñas, cuan grandes disquisiciones de un hombre que se ha formado
en el dolor y en la lucha, encuentren eco favorable en el corazón de sus
semejantes, y, en acto de elevada
generosidad, puedan llevar a los niños pobres el regalo que hoy, vanamente,
esperan ellos de los Reyes Magos¡…
Aurelio Mato. Puebla, diciembre 1921.
El Noroeste Zamorano, Año II, Núm.:46 - 30 de diciembre de 1921.
(Nota.- Y un 05 de enero, de 1950, se fue de este mundo mi abuelo, el autor del artículo.)
© El Noroeste Zamorano - Blog
https://www.facebook.com/media/set/?set=a.470130783173033...
No hay comentarios:
Publicar un comentario