sábado, 17 de mayo de 2014

VENTAJAS DE LA INSTRUCCIÓN – 1921.

            La instrucción es tan necesaria al hombre como sus alimentos. Sin ella es un ser inútil a la sociedad; está a merced de quien quiera engañarle, y su gran desconfianza hace que recele de quien se interesa por él y se entregue a quien pretende engañarle.

            Como barca sin timón, va donde las olas lo arrojan; cual fogoso potro sin brida ni freno, en su vertiginosa carrera, se asusta de una frágil rama y, cegado, cae al abismo que ante sus pasos se presenta.

            Miremos los habitantes de nuestras aldeas, esos pobres seres que, sin medios ni tiempo para instruirse, acostumbrados tan sólo desde su infancia a sufrir, pacientes, los ardores del sol o el rigor del invierno, labran la tierra con el sudor de su frente. Mirémosles en la sociedad, entre hombres instruidos, y los veremos atónitos, desconfiados, creyendo siempre que todos quieren engañarlos; enemigos de sus hermanos, pero fanáticos y llenos de supersticiones; negarán, en su interior, que el mundo, girando sobre su eje, presenta todos los puntos de su superficie al rey de los astros, pero creerán a ciegas en el poder sobrehumano de hadas y de hechiceras; negarán la ciencia y afirmaran la soñada realidad de los fantásticos cuentos que, cuando pequeños, les narraba la abuela  en las largas noches de invierno.

            ¿Son felices? No; vegetan. Ellos no viven.

            Cuando el sol aparece, disipando las sombras de la noche; cuando los pájaros, con sus gorjeos, saludan al astro del día; cuando las flores exhalan su delicado aroma; cuando el hombre culto siente su corazón lleno de poesía, el aldeano no siente nada, impávido mira ese hermoso cuadro con que la Naturaleza nos engalana y tan sólo espera la hora de comenzar sus labores cual máquina inconsciente.

            Cuando, al cerrar la noche, aparece el firmamento tachonado de brillantes estrellas, no reflexiona sobre los millares de soles semejantes al que nos alumbra; en los planetas no se ve mundos; el cometa para él es un signo nefasto que le predice peste, hambre o guerra; y si le habláis del sabio astrónomo que pasó sus noches estudiando, en su ceguedad será capaz de llamarle loco.

            El hombre que carece de instrucción se ve obligado a confiar sus secretos, sus negocios  a otro hombre, siempre que se trate de transmitir sus ideas por medio de la escritura, y  este hombre a quien se confía puede serle infiel y aprovecharse de sus secretos.

            Las ventajas de la instrucción son inmensas, tanto para el hombre como para la mujer; ella nos prepara para hacer más llevadera la lucha por la vida, y no debemos titubear en esparcirla a manos llenas siempre que esté a nuestro alcance, teniendo siempre presente que no hay mejor placer para el hombre que aquel cuya magnanimidad y nobleza de alma le eleva y purifica.”
                                                                                                                       
                                                                                                  AURELIO  MATO.  

            Puebla, abril 1921.


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